Miluska Benavides, docente de Traducción e Interpretación, es reconocida como una de las mejores narradoras en español por Granta
La revista británica Granta presentó el 7 de abril la lista de los 25 mejores narradores en español menores de 35 años. En esta, la autora de “La caza espiritual” y docente de la carrera de Traducción e Interpretación Profesional, Miluska Benavides, fue la única representante peruana.
Ante esta tan buena noticia, conversamos con Miluska para que nos cuente acerca de su técnica literaria, la traducción y sus futuros proyectos.
- ¿Qué significa este logro para ti, tanto en el ámbito personal como profesional?
Figurar en esta selección es contar con espacio para tener más lectores, tanto dentro del país como fuera. Poder crear, también, mayor legibilidad de la experiencia peruana fuera del país. Ya que esta edición es bilingüe, entonces existe una oportunidad de generar nuevos lectores que no están familiarizados con nuestra visión. Y, de alguna forma, poder generar mayor atención hacia una nueva generación de escritores peruanos.
- ¿De qué forma tu obra “altera” el lenguaje castellano tradicional?
Los insumos con los que trabajo tienen varias fuentes. Una de ellas es el rumor del lenguaje oral en las historias que escuchamos de nuestras familias, de nuestras comunidades. En mi caso, recuperar este español que ha sido intervenido por la presencia de muchas lenguas originarias, como el quechua. Creo que es muy normal para nosotros leer este tipo de textos, pero afuera esto llama más la atención.
Por otro lado, me interesan mucho los materiales de un lenguaje situado históricamente y podemos pensar en mucha narrativa que, en sí misma, desarrolla capas de historicidad en un mismo relato o una novela. Lo que genera este uso de un lenguaje es invocar palabras que ya no se usan o que pertenecen a cierto dominio de una disciplina, y genera esa impresión de estar habitando un espacio en el cual podemos sentir diversas historicidades.
A mí me da la impresión de que el Perú no es solamente del siglo XXI, sino más bien un Perú en el que conviven diversas capas de historia.
Eso se ve no solo en nuestra vida cotidiana, en nuestras costumbres, sino también en nuestras prácticas económicas, nuestra sociabilidad, en los gobiernos. Trabajar en la narrativa con esas estructuras y palabras que provienen como eco de otras fuentes históricas que nos lleva a experimentar esta simultaneidad. Es parte de nuestra tradición, no es una invención. Lo hace Miguel Gutiérrez, lo hizo José María Arguedas. Pero siempre afuera llama la atención lo que llamamos cotidiano.
- ¿Algún ejemplo donde reconozcamos esta técnica en tu obra?
Se ve en la ficción cuando utilizamos descripciones o palabras que provienen de la colonia, tanto términos racializados como, por ejemplo, denominaciones de espacios, de prácticas económicas como la minería. En mi texto se dramatiza el ejercicio de la minería, una práctica económica colonial. Entonces, muchos de los términos que usamos para referirnos a esta, no es moderna. Proviene de la relación con la tierra. Eso es lo que me interesa: el lenguaje con matriz colonial. Traerlo al siglo XXI es mostrar de dónde vienen esas prácticas económicas que nos parecen muy modernas y naturales, pero que, en realidad, forman parte de una historia de colonización y de una cultura que nos ha sido impuesta. Está marcada por la explotación. Abordar ese lenguaje es una necesidad para poder desmantelar un uso cotidiano de palabras que nos han sido impuestas. Es un mecanismo que he visto que han usado otros narradores latinoamericanos. Si uno piensa en Rulfo o García Márquez, ellos realizan estos procedimientos para cuestionarse. Buena parte de abordar esos discursos es hacerse preguntas sobre las funciones de lenguaje y de dónde vienen. Al menos esa es la intención, ya que los narradores no siempre tenemos respuestas, más que todo tenemos preguntas a través del lenguaje.
- ¿Qué tanto tu carrera en la traducción ha influido en la labor acústica de tu narración?
Pues mucho. Yo empecé a traducir a la par que escribo. Publiqué un libro en el año 2012, una traducción de un libro de poesía, “Una temporada en el infierno” de Arthur Rimbaud. Este es el que considero mi primer libro.
La práctica de la traducción como un ejercicio me ha enseñado, al trabajar en la ficción, tres cosas: la necesidad de la disciplina, la importancia de la revisión constante y de lectores externos y, sobre todo, la humildad de ser solamente un mediador.
Siempre digo que la traducción te enseña que nadie es genio. Uno, como traductor, siempre está traduciendo genios, a gente que son la mejor de su generación, entonces esto te devuelve a donde perteneces.
También, la traducción me ha enseñado a practicar la escritura en la mimesis de la voz de otros autores que admiro, y al mismo tiempo es una forma de estudiar cómo escriben, a través de la reescritura de la traducción. Para mí es una actividad crucial.
Otra actividad que me satisface mucho, me colma la vida, es la poesía. Soy narradora, entonces, de una forma, traducir poesía me hace sentir como si fuera poeta. La poesía es la práctica de la escritura que más valoro y admiro como lectora y escritora.
- En la actualidad, ¿estás escribiendo algún libro? ¿Dónde podemos encontrar tu obra?
El relato que envié a Granta es parte de la novela que estoy escribiendo. Se llama “Hechos”, una novela en la que me encuentro trabajando hace algunos años. Esa novela la terminaré, supongo, entre este año y el próximo, entre la edición y todo. Mi libro de cuentos, “La caza espiritual”, salió en 2015, y fue editado por una editorial de circulación no venal, entonces, naturalmente, se agotó ahí mismo. Es un libro inhallable. Sin embargo, estoy hablando con algunas editoriales para reeditarlo este año y espero que así sea.
- ¿Qué recomiendas a los alumnos que aspiran, algún día, volverse escritores publicados?
No hay formula, en realidad, para la escritura. Cada uno encuentra su camino. Sé que suena cliché, pero es la verdad. Leer de manera crítica y escribir con disciplina son mecanismos que permiten que uno siga en la escritura. En esta época contemporánea también es importante estar atentos a lo que nos rodea. Cuando yo era joven, siempre se decía que teníamos que escribir a la manera de los autores europeos o de urbes latinoamericanas, como los argentinos o mexicanos. Con el tiempo me he convencido que los materiales para la creatividad y el trabajo de la imaginación se encuentran alrededor de nosotros. Con eso me refiero al país mismo, con sus dificultades, sus conflictos, su multiplicidad y complejidad. Por eso he vuelto de los Estados Unidos. Era muy importante para mí escuchar, ver, atender, todo aquello que nos parecen monstruoso, pero, en realidad, son insumos muy inquietantes para un creador. Si tuviera que darle un consejo a un escritor peruano es eso: abrir los ojos y los oídos a lo que nos rodea.
Otro consejo sería volver a los materiales de nuestra historia. No solo los materiales físicos, los textos antiguos, los textiles, sino también a la textualidad, las voces, las historias. Hay mucho insumo y no tendríamos porqué imitar o recurrir a otras tradiciones.
Para leer el relato de Miluska, así como las obras de otras promesas de la literatura en español, puedes adquirir la antología “Los mejores narradores jóvenes en español 2” de Granta aquí.