Del asistencialismo a las métricas sociales: ¿cómo ha evolucionado el emprendimiento social?
En Líbano, la cadena de gimnasios SheFighter trabaja con mujeres en defensa personal; en Cataluña, España, el fundo L’olivera emplea a personas con discapacidad intelectual en la producción de vinos y aceite de oliva; y en La Libertad, Perú, el voluntariado juvenil Donando Sonrisas (alumni PDC 2019) enfoca su labor en educación, inclusión social y participación ciudadana. Todos ellos son emprendimientos sociales, es decir, empresas cuyo propósito es enfrentar algunos de los problemas que aquejan a la sociedad con el fin de transformarlos.
La receta del emprendimiento social exitoso
Un emprendimiento social es una empresa, en la que si bien la rentabilidad es el ingrediente que permitirá escalar y generar más impacto, el enfoque prioritario se centra en la resolución de un problema concreto de la sociedad en donde se establece.
Su característica fundamental es la finalidad ética y social por encima de todo. Para ello, debe captar la atención de los consumidores para que perciban este compromiso y lo hagan parte importante sus decisiones de consumo, así como aplicar la innovación para llevar a cabo soluciones ingeniosas e ideas frescas, sobre todo cuando se trata de enfrentar problemas estructurales como, por ejemplo, discriminación, pobreza o hambre.
Este enfoque, sin embargo, es nuevo. La historia de los emprendimientos sociales tiene unos doscientos años desde sus inicios, pero el camino ha sido largo y lleno de ensayos y errores. El desarrollo de este modelo de emprendimiento es fascinante y se remonta a los inicios de la era industrial.
¿Siempre ha sido así?
La economía social de la segunda mitad del siglo XIX se refiere a relaciones de producción y distribución organizadas por el principio de solidaridad. Muchas empresas, sociedades y organizaciones que trabajan por los derechos del niño o el empoderamiento de las mujeres, por citar dos ejemplos, tienen sus orígenes en esta etapa.
Pero no es si hasta los años 1980 que el primer germen de emprendimiento social contemporáneo aparece en Estados Unidos. En 1983, American Express prometió donar una parte de sus ganancias al fondo de restauración de la Estatua de la Libertad por cada nueva cuenta y cada compra realizada con su tarjeta. Esta tendencia, conocida como cause-related marketing, responde a que algunas empresas se percataron de que sus clientes se preocupaban por problemas específicos. Los resultados fueron impresionantes: American Express levantó US$ 1.7 millones.
Sin embargo, se ha criticado a las empresas por aprovecharse de problemas sociales con el fin de ganar dinero. Esto último ha generado cada vez más controversia, en particular cuando algunas de ellas parecen estar más centradas en el «marketing» que en la «causa».
Los pioneros
En este contexto, dos personajes pioneros del emprendimiento social merecen una mención especial por haber sentado las bases, tanto de esta forma de emprender, como de las personas a las que se dirigen los esfuerzos y la definición actual de los límites entre una empresa y un emprendimiento social.
A Bill Drayton, se le atribuye la acuñación del término “emprendedor social” para referirse a las personas que, de manera innovadora, resuelven problemas importantes en la sociedad. En 1980 fundó Ashoka: Innovators For The Public, ONG que trabaja para compartir la sabiduría de más de 3,000 emprendedores sociales con una audiencia global.
Mientras tanto en Bangladesh, el economista y Premio Nobel de la Paz de 2006 Muhammad Yunus fundaba, en 1983, el Banco Grameen, institución que inició su labor con mujeres de bajos recursos. Su modelo estaba basado en el sistema de microcréditos que desarrolló en los años 70. Su iniciativa cambió, desde entonces, el panorama de los emprendimientos sociales.
En el siglo XXI la saturación excesiva de campañas sociales por parte de empresas privadas abrieron la puerta a jóvenes profesionales verdaderamente interesados en la responsabilidad social. Estos jóvenes emprendedores sientan las bases de su empresa o causa social y usan estrategias comerciales e innovación para avanzar hacia la meta. Así, las misiones comerciales y sociales se ejecutan en conjunto y el componente social es una de las métricas fundamentales de éxito de la organización.
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